¿Si lo tengo todo por qué no soy feliz y me siento así?
Sentir que uno tiene todo, pero aun así no sentirse feliz es una situación compleja y más común de lo que se podría pensar. A menudo, la felicidad no está solo en tener lo que queremos, sino en encontrar un significado y propósito en nuestras vidas.
Las razones por las que alguien puede sentirse así son variadas, y pueden incluir factores como la falta de realización personal, la ausencia de retos o metas significativas, problemas de salud mental como la depresión o incluso el no dedicar tiempo a actividades que realmente disfrute.
Es importante recordar que la felicidad es un estado emocional subjetivo y puede ser influenciado por muchos factores internos y externos.
Lloro sin motivo aparente; me agobio y no sé por qué. Si lo tengo todo, ¿por qué me siento así? Cómo ser feliz con uno mismo es a veces difícil, incluso en el caso de tenerlo todo.
Qué es el estrés crónico
El estrés crónico es un estado continuo de tensión y agotamiento, tanto físico como emocional, que resulta de una exposición prolongada a factores estresantes sin un alivio adecuado o descanso.
Puede tener numerosos efectos como problemas de sueño, ansiedad, depresión, problemas de memoria, dolores de cabeza y problemas digestivos. También puede exacerbar enfermedades existentes y disminuir la eficacia del sistema inmunológico.
Por eso resulta crucial abordar el estrés crónico mediante técnicas de manejo del estrés, como la meditación, el ejercicio regular, una dieta equilibrada y, si es necesario, buscar ayuda profesional.
Sentimiento de culpa
Vamos a explicarlo a través de un ejemplo. Cuando conocí a Juan era una persona organizada, estructurada, y con un sinfín de tareas por hacer. Se definía así mismo como alguien feliz y con todo lo que se puede desear en la vida, pero sin embargo, hacía tiempo que había dejado de disfrutar de sus días.
Y no solo eso, sino que además, llevaba tiempo sintiendo ansiedad. Le costaba respirar, tenía presión en el pecho y ganas de llorar sin motivo aparente.
Para colmo, no podía hablar de ello. ¡De qué se iba a quejar si lo tenía todo en la vida! Quiso comentarlo en alguna ocasión anterior y sus amigos le dijeron que no tenía motivo de queja, por lo que sentía culpa ante estos pensamientos por sentirse así.
Juan se planteaba lo siguiente: si los demás lo ven tan claro ¿cómo es que yo me siento así? Además, no siempre había sido así, por tanto, para él, estaba claro que era él mismo quién había cambiado. Y no para bien.
¿Mariola, crees que me estoy volviendo loco? Me pregunta con ojos llorosos y conteniendo su expresión emocional.
Veamos qué es un estado de locura. Empezamos a hablar de un término que yo había escuchado hace años en una canción de Serrat: “Esos locos bajitos”. Decía: “no respetan las costumbres y por su bien hay que domesticar”.
Para que pudiera observar cómo un etiquetado con carga negativa (domesticar vs. salvaje) supone un análisis condicionado en cuanto a sentimientos y comportamientos permitidos en sociedad (no te quejes) para según quién (trabajador/a bien pagado, no hay queja) y cuándo (vale en niños, pero ¿mayores domesticados?).
Sin ser consciente se había condicionado a aceptar con qué reforzadores ser feliz y con cuáles otros, no (dinero y/o trabajo vs. otras elecciones).
La finalidad era aproximarle a la idea de culpabilidad como un sentimiento aprehendido que no le dejaba expresarse tal y como él era.
Fíjate:
Neuroinflamación
En el caso de Juan:
Vamos a hablar del estrés crónico y de su respuesta continuada en el organismo, convirtiéndose en lo que llamamos: ansiedad.
Existen muchos estudios respecto a este tema y ponen de manifesto sus afectaciones en relación a la carga diaria que hemos aprendido a soportar.
O sea, que nos hemos habituado a un estilo de relación con los estímulos del entorno y ello hace que el cerebro se comporte de una u otra manera.
A veces, esta respuesta o comportamiento resulta en ansiedad. Y su cronificación produce respuestas psicofísicas en forma de llanto, tristeza, apatía, descontento, distanciamiento… Aunque tú no sepas a que vienen a cuento, sí que tienen un espacio.
Juan pregunta: ¿Cómo, que no digo yo qué o qué no hace mi cuerpo?
Exacto. Hay procesos automáticos que dan lugar a que se mantenga de forma crónica un estado de ansiedad que influye en cómo te relacionas con el entorno y sus estímulos asociados (relaciones personales, profesionales, sociales…).
Es decir, el propio cerebro genera su particular vía de protección (Neuroinflamación) ante el aumento de la ansiedad. Y esta, está relacionada con la exposición prolongada a situaciones de estrés (aquellos en los que el organismo entiende que hay una carga excesiva de lo que puede aportar ante demandas del entorno), aunque tú las hayas normalizado.
¿Qué ocurre? Que tus respuestas naturalizadas o normalizadas son: tristeza, apatía, abulia, ganas de llorar, distanciamiento emocional, etcétera.
Y tú las experimentas sin saber muy bien de dónde proceden, pero te explico que tienen un origen orgánico que se ha establecido en base a una enseñanza que, sin querer, tú has establecido como tus reglas del juego.
Importante: aquellos estímulos que están asociados, no todos y cada uno de ellos.
Fíjate:
No tiene ni idea de lo que el estrés puede producir en su organismo. ¿Tú tienes idea de lo que el estrés produce en el tuyo?
Cómo tratar el estrés crónico
A continuación os dejo algunas pautas para combatir el estrés crónico.
Objetivo: gestión emocional.
En el caso de Juan, acordamos que organizar su estilo de vida sería un buen comienzo. Se mostró dispuesto a comer mejor (más pescado y menos carne roja); introducir algunos ejercicios para empezar a sentirse cómodo y poco a poco incrementar la intensidad de su rutina; no quedarse hasta tarde viendo series y dormir como es debido (número de horas razonable), serían algunas pautas clave para influir en su organismo.
Por otra parte, trabajamos en la línea de qué es responsabilidad vs. culpabilidad, para que aprendiera a gestionar su relación con el entorno y, aún más importante, ¡consigo mismo!
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